MUJER Z

Mujeres, jóvenes, canarias.

Resistencia, resiliencia, esperanza.

De esta exposición podemos extraer el espíritu de otra nueva generación, históricamente ahogadas, silenciadas. Ofrecen una visión de nuestro mundo y del futuro que resulta incómodo a quienes ya perdieron las ganas de vivir. Porque qué es lavida si no el constante cambio, el aprendizaje sin frenos, y las ganas, porque sin ellas, la vida muere.

Paula, Ana y Ruth son el claro ejemplo de esta nueva generación que crece con la igualdad tatuada, que lleva el ecologismo por bandera y que a pesar de lo que digan luchan por encontrar su sitio en este sistema que quedó desfasado para su presente y ni qué decir para su futuro. Lo que viene les pertenece, y si la vida esto nos depara… bienvenida sea.

Karla Erauzkin Ezkerra

 

PAULA RAMOS

A veces no hace falta que pase el tiempo para llevar a cabo el mayor ejercicio de metamorfosis. Con buena desdicha en el instante presente veo todas mis versiones, desde la más animal a la más humana. Si es que todavía queda alguna diferencia entre ellas.

No te miento si te digo que me reconozco en todas y a veces en ninguna. Aunque aún me sorprendo cuando me olvido de sus lecciones y me miro sin prejuicios de heridas ajenas. Esos que no sabes de dónde te llegan pero te penetran por las costillas.

Ya nadie reivindica las miserias de los cuerpos. Pero los cuerpos no pueden ser más miserables. No le echo la culpa a mis instintos de mis malas decisiones, ni siquiera de las peores. Cuántas cosas horribles me habré dicho a la cara con crudeza, como el crujido de un espejo roto que esta vez no te agachas a recoger sus pedazos. La belleza de un desorden que se materializa sin forma óptima. Nunca me he amado tanto como las veces que me olvidé de que me tenía que odiar. Como un pez con tanta mala memoria que me he olvidado de que podía respirar sin ahogarme hasta cuando es tan hondo que no se ve nada. Como una cucaracha que avanza cómoda entre la mierda y las desgracias. Como una pequeña mariposa que cuando se da otra oportunidad estira las alas y vuela de un salto. Todo el mundo la mira, pero nadie se atreve a tocarla. Supongo que a veces da miedo la delicadeza.

Bera Villavicencio Álvarez

ANA BAUTE

Salgamos corriendo de aquí a un lugar con menos ruido. Donde pueda escuchar algo de lo que me dice mi cabeza cuando

se serena. Eso pasa pocas veces.

Respirar en el abismo sin el humo de lo que transita de un rincón a otro desesperadamente. Confieso que en ocasiones la vida mal usada se me cae encima como torrentes de agua pesada que golpean una espalda algo esquelética. Entonces huyo tan lejos que me deshago creyéndome libre.

Nadar a contracorriente es la vía más consciente de agotarse y al mismo tiempo de existir. Que el cansancio, por una vez, no venga de las prisas de los relojes y las exigencias verticales. Que sea por habitar solo por un rato los rincones de esta tierra que deben permanecer inhabitados.

Seamos compatriotas mientras disfrutamos de sentirnos apátridas. Volvamos a contemplar la belleza sin afanes de conquista. Que la soledad no sea siempre la dirección de la tristeza sino del reencuentro con lo que perdemos a diario.

Cuando el cielo se despeja de la suciedad que acumulamos siendo infelices. Salgamos corriendo de aquí, te lo suplico. Necesito recordar que la vida no es un objeto de consumo sino un lugar en el que descubrir todo lo que somos desde la

ignorancia de la libertad.

Bera Villavicencio Álvarez

 

RUTH GARCÍA GONZÁLEZ

Aunque nadie lo crea, todavía nos queda poder de resistencia. Cuando quieren quitarte todo recuerdas dónde están las raíces que te mantienen con los pies en la tierra. Una tierra que nunca debió ser territorio de conquista ni tesoro de intercambio.

Nos quisieron borrar del mapa y a nosotros el horizonte. Pero desde lo más alto de los barrancos todavía se puede ver el mar. A veces tan cerca, a veces tan lejos.

Quién lo diría, el Cardón de crecimiento lento acabó siendo el mayor escudo contra los ríos de cemento. Las cicatrices de los golpes permanecen como el rastro de las hojas caídas en el Bejeque. Redoblan las campanas de la Bicacarera al viento de los Alisios. Y como la Tabaiba majorera no abandonamos la isla que recibe con los brazos abiertos pero que grita en sus silencios mejor trato.

La gallina de los huevos de oro ya no puede poner más huevos. Esos que se llevan unos pocos mientras se nos muere la gallina.

Bera Villavicencio Álvarez